miércoles, 29 de marzo de 2017

2017: 725 años del Fuero de Quintanilla de Onsoña

Este año 2017 se cumplen los 725 años de la promulgación del Fuero de Quintanilla de Onsoña.

El 23 de diciembre de 1292, a finales del siglo XIII, Quintanilla mereció la atención del hospital carrionés de la Herrada por medio de su comendador Frey Pero González, asistido por su cabildo de freires, y concedio al pueblo una notable carta de fueros.

La carta foral, rica en informaciones del momento de su elaboración como de épocas anteriores, nos dice que Quintanilla había sido donada al Hospital de la Herrada por doña María condesa de Urgel, que como suponemos con J.Rodríguez (1981), es María Pérez de Ansúrez, viuda de Armengol V de Urgel e hija de Pedro Ansúrez. Esto, por tanto, se produjo a principios del siglo XII.

El documento, fechado "en el Espital veinte y tres días de diciembre era de M e CCC e XXX años", nos ofrece notables semejanzas con las cartas forales con el mismo origen en el fuero de Carrión (derivado del de León), y estas son las de Villaturde y Vega de Doña Olimpa. En varias figuras resultaba coincidente con el de Vega.

El texto se inicia con la fórmula notificatoria común a los tres fueros hermanos ("sepan quantos esta carta vieren...") a la que sigue una sencilla dispositio por la cual el comendador y su cabildo dan "fuero a los nuestros vasallos que nos avemos en Quintanilla Donssoña, los cuales nos dio doña Maria la Condesa Durgel que Dios perdone por su alma".

En primer término se pretendía explicar el contenido de sus fueros, que desarrollará en diez reglas o capítulos, según la división convencional que hacemos al efecto:

1. - "Conviene a saber los fueros que les damos: Damosles que puedan vender los suellos en que moran, e los huertos, e las eras e los prestamos".

Como es natural, la facultad de vender queda condicionada por dos circunstancias esenciales: que los vasallos sean siempre sus solariegos y que no vendan ni enajenen cosa alguna a favor de hidalgos, caballeros o mujeres, de modo que el señorío no se menoscabe.

2. - "Et estas tierras e estos solares e los huertos e las eras sobredichas e aprestamos en tal guisa que seades siempre nuestros solariegos e que non podades vender nin enajenar ningunas casas de todas estas sobredichas a fijosdalgo nin a cavallero nin a hembra, salvo a labrador que faga a nos todo nuestro fuero".

El natural complemento de esta facultad de vender se desarrolla en la penúltima regla del texto, donde se dispone que "si en los non fallaredes a quien vender el suello con el prestamo segont sobredicho es, que vedes la lave al nuestro merino deste logar e que non podades destechar de las casas nin levar ende las puertas nin ninguna cosa".

El ámbito de los terrenos aprestamados se describe así: "Conviene a saber cuales son:

"La tierra mayor de la Loma sobre la carrera que va a sejar, e la tierra de tierralbo que va contra el Arroyo del Vall de Seda o otra tierra a la majada que va a los molinos de don Gonzalo Gomez, e la otra tierra a la frontada que es contra Villiellas e la tierra de carrera de doña Sancha al Otero de Sant Loreynte, e otra tierra a la carcava de Domingo Martines e a la carcava del agua".

El censo anual, coincidiendo con los otros textos del grupo en cuanto a la fecha de su pago, se dará por San Miguel (29 de setiembre), consistiendo aquí en una fanega de trigo y otra de cebada, dos sueldos y nueve dineros por cada sueldo, más veinte maravedíes de martiniega por San Martín:

3. -" Et el fuero que nos avedes faser. Conviene a saber, por San Miguel darnos cada suello, e por San Martin veinte maravedis de Martiniega".

Subsiste el arbitrio del yantar, pagadero por San Juan: "e por Sant Juan ocho maravedis de yantar", y se impone la prestación de cuatro sernas, por las épocas consignadas en Vega y Villaturde: "e quatro sernas cada año, una serna a sejar e otra a trillar e otra a sembrar e otra a barbechar, e estas que las dedes cada uno a su saçon en el tiempo que nos las demandaremos. E el dia que fueredes a la serna, que vos den almuerzo pan e viño, e a yantar pan e viño e conducho".

La mañería, signo de malos fueros, consiste en la carta de Quintanilla en seis maravedíes y otros seis sueldos al merino: "e que nos dedes por mañeria seys maravedies e al merino cuatro sueldos de la moneda de la guerra".

En cuanto a "calloña e furto e quema e fuerza e omeciello, quien lo fesiere passe por su derecho". Es una regulación abstracta que no señala las penas, aunque por analogía con el fuero de Villaturde, que en este punto se remite al "fuero de la villa de Carrión", queda suponer que así este de Quintanilla como el de Vega debieron de regirse por el mismo patrón penal. Y para que todo ésto sea firme y no venga en duda, la carta foral finaliza con "damos vos una carta abierta e sellada con nuestro sello colgado en testimonio".

sábado, 18 de marzo de 2017

Razones para vivir en un pueblo

1. Aire más sano. 

2. Vivir la naturaleza.

3. Sentir las estaciones.

4. Menos estrés.

5. Cultivar tus alimentos.

6. Más amistades.

7. Menor consumismo.

8. Importan las pequeñas cosas.

9. El tiempo va más despacio.

10. Tienes más espacio vital..

Fuente: http://www.facebook.com/libroBienvenidoalcampo

viernes, 10 de marzo de 2017

Once motivos para veranear en un pueblo

Llegó el verano y la gente huye de las ciudades. Muchos vuelven ‘al pueblo’, y es que son muchas los motivos para ir pasar el verano en el campo; aquí te damos once:

1. El descanso está garantizado

Por lo general, la vida en los pueblos transcurre de forma tranquila. No hay nada que altere los horarios y no hay coches, sirenas de ambulancias o ruidos estridentes. Eso sí, hay gallos que cantan o perros que ladran, pero eso forma parte del hilo musical.

2. Se come bien

En los pueblos la gente sigue produciendo buena parte de los alimentos que consume. Por lo general, si no eres un rata, los vecinos te regalan lechugas, patatas, tomates, huevos, judías verdes, chorizos, manzanas y otras cosas producidas por ellos. Ahora bien, esto suele funcionar gracias a unas reglas de reciprocidad no escritas (p.e. tu le sintonizas los canales en la tv a la vecina, y ella te lleva unas lechugas; pero has de tener en cuenta que si no das nada, no esperes nada).

Ah! También hay restaurantes….

3. Son sitios seguros

A diferencia de las playas y otros destinos turísticos, en los pueblos no acostumbra a haber delincuencia (la Guardia Civil suele tener muy controlados a los malhechores). Lejos quedan los tiempos en los que se dejaba la llave en la puerta e incluso las ventanas abiertas por mor del calor, pero nada que ver con lo que pasa en las ciudades.

4. Todo es más barato

Por lo que te cuestan dos cervezas en el centro de cualquier capital, en un pueblo invitas a una ronda a los 8-10 paisanos que haya en el bar: pagando menos, quedas como un burgués… Y cuando decimos que ‘todo’ es más barato, es ‘todo lo que habitualmente’ se puede comprar en los pueblos.

5. Te puedes olvidar del móvil…

…entre otras razones porque no hay cobertura. Si eres de un operador raro, lo lógico es que no haya cobertura. Si eres de un operador conocido, de esos que continuamente te estafan, pues te sentirás aún más estafado: o has ido a veranear a un pueblo que está en una ‘zona de sombra’ y no hay cobertura; y si la hay, las redes están saturadas. Por supuesto: olvídate del 3G, del wi-fi y de todas esas modernidades…

6. Cada día es fiesta en el pueblo de ‘al lado’

Desde el 24 de junio (San Juan) hasta mediados de septiembre hay fiesta en ‘el pueblo de al lado’; eso sí, hay que preguntar a los locales que son los que controlan el calendario.

7. Puedes volver a practicar deporte o aficiones que tenías abandonadas


Si has elegido ir a veranear al pueblo, es el momento de vivir ese momento indescriptible de ponerte las zapatillas y el pantalón de deporte, correr cien metros y tumbarte al lado del río a la sombra porque estás asfixiado… Y sí, también hay hobbies menos exigentes: pasear, recolectar mariposas, hacer fotos, leer un libro, seguir los corros de lucha leonesa…

8. Se respira aire puro…

Por lo general, y si no tienes una central térmica al lado, en los pueblos se respira aire puro.

9. Es el momento de ‘hacer sociales’

En el pueblo hay muchos espacios y momentos para conversar con los ‘indígenas’ y conocer otras formas de vida. Todo parece dado para la charla amigable; precisamente, una buena costumbre que aún se mantiene es, una vez oscurece, ‘salir al fresco’ y charlar con los vecinos.

10. En algunos pueblos queda naturaleza…

Eso. En el campo hay ríos, bosques, bichos, animales salvajes… lo peor es que a estos últimos te los puedes encontrar de noche cuando vienes con el coche de la fiesta del ‘pueblo de al lado’.

11. Puedes participar de costumbres y tradiciones milenarias.

Concejos, hacenderas, fiestas patronales… son tradiciones que tienen miles de años y que aún se conservan en los pueblos ¿no es increíble?



Si se te ocurre alguna razón más de por qué veranear en un pueblo no dudes en añadirla a los comentarios.


Fuente: https://lanuestratierra.blog/2015/07/07/once-motivos-para-veranear-en-un-pueblo/

jueves, 9 de marzo de 2017

Recordando a las parteras, grandes mujeres de la historia de nuestros seis pueblos

¿Cuántas personas han nacido en casa y en el pueblo? Entre los más mayores, todo el mundo ha nacido en casa y en el pueblo. Conozco casos, aunque de otros pueblos, de personas nacidas en plena siega en el campo.

A veces, una profesora de partos visitaba los pueblos para instruir en la asistencia a las mujeres que iban a dar a luz, pero durante siglos esta formación a las parteras se hacía por tradición familiar, pasando de madres a hijas, a sobrinas, a nietas.

Se avisaba a la partera cuando la madre notaba que había llegado su momento; si ella no podía, por alguna razón, había en el pueblo alguna que otra mujer dispuesta a asistir en el parto a la madre. Las parteras, a diferencia de las comadronas, no tenían la titulación para asistir en los partos, pero, evidentemente, venían desempeñando esta función desde el inicio de los tiempos y fueron aprendiendo por el método de conocimiento de ensayo y error.

Al inicio de las contracciones se buscaba a la partera, fuera la hora que fuese, y allí se personaba rápida y dispuesta a asistir para traer una nueva vida al pueblo.

Después de asearse lo mejor posible (hace muchos años no había agua corriente en las casas) en la palangana preparada, observaba el estado de la parturienta y si estaba todo dispuesto: toallas y sábanas limpias, tijeras, hilo para atar el cordón umbilical... y agua puesta a calentar al fuego para lavar al niño en cuanto naciera y a la madre.

Una especie de ampollita de cristal con un hilo en alcohol en su interior se empleaba para atar el cordón umbilical antes de separarlo de la placenta.

Si el parto marchaba bien, la partera recogía el bebé al nacer, ayudada por la abuela o algún otro familiar próximo, casi siempre mujeres, y tras lavarlo, fajarlo y observar a la madre, lo colocaba junto a ella. La madre le procuraba calor y el primer alimento ya viendo la luz.

De producirse alguna complicación y si no cesaba la hemorragia, se avisaba al médico o a alguien que suministrara una inyección que estaba incluida en "el ajuar" que la futura madre había recibido del Instituto Nacional de Previsión (INP) a través del Seguro Obligatorio de Enfermedad.

Gracias al Trabajo Fin de Grado de Sara Llanos Blázquez, sabemos que este "ajuar", que se empezó a extender a partir de 1931 por un convenio entre INP y la Unión Farmacéutica Nacional, incluía los materiales imprescindibles para atender el nacimiento en el domicilio, lo que evitaba gastos a la mujer, garantizaba las buenas condiciones de higiene de los materiales y, además, aseguraba que las matronas dispusieran de todo lo necesario, aunque sin la capacidad de prescribir. Así, por ejemplo, el contenido del "ajuar" de 1931 estaba formado por un paquete de algodón, enrollado, esterilizado, 250 g; 1 paquete de 8 compresas de gasa de 33 x 33 cm. esterilizadas; 1 tubo de cordonete umbilical esterilizado; 1 frasco de alcohol rectificado de 95º, 150 g; 1 caja con 20 g. de talco esterilizado; 1 tubo de vaselina esterilizada; 1 ampolla de ergotina Ivón; 1 ampolla de aceite alcanforado de 0,20 g; 1 frasco de solución de algirol, 5 cc. Este kit, como lo llamaríamos hoy, se amplió algo posteriormente.

La madre tenía que reponerse del esfuerzo realizado y las energías empleadas. En algunos lugares, para procurar la recuperación se preparaba un caldo de gallina "no clueca" (existía la superstición de que la gallina tenía fiebre...).

Transcurrido un tiempo la partera regresaba a su casa y a sus quehaceres habituales.

Por fortuna, gracias a Dios, los partos han cambiado y gozan hoy de mayores garantías sanitarias. Según María Alemany, la segunda mitad del siglo XX trajo un “cambio sustancial” en el modo de vivir el parto para las mujeres, el cual tuvo su origen en las grandes transformaciones económicas y sociales, determinantes, por otro lado, en la “institucionalización de los nacimientos”, que pasaron de ser actos íntimos en el seno del hogar familiar asistidos por una matrona, a ser actos quirúrgicos y medicalizados en los centros hospitalarios.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró cada día 5 de mayo Día Internacional de la Partera.

Con este artículo he pretendido homenajear a estas valientes mujeres. Aprovecho para decir que la mujer rural, con sus remedios basados en plantas, ha ejercido también como boticaria. Unas auténticas científicas formadas por la vida en los pueblos.

Animo desde aquí a que se escriba en el blog de Quintanilla sobre las propiedades de las plantas, que no son medicamentos, pero pueden ser un buen complemento para afecciones de poca gravedad o para equilibrar la dieta.

==Bibliografía==

ALEMANY, María José. De mujeres y partos: matronas y cambio social en la segunda mitad del siglo XX. Valencia: UV, 2016.


LLANOS BLÁZQUEZ, Sara. El Seguro Obligatorio de Maternidad y su implicación para las mujeres trabajadoras y matronas de la Segunda República. Trabajo Final de Grado. Universidad de Valladolid, Facultad de Enfermería, 2015.

lunes, 6 de marzo de 2017

La Fuente Vieja de Quintanilla de Onsoña

La Fuente Vieja es un delicioso y pintoresco lugar de Quintanilla con una fuerza identitaria indiscutible.

Es una fuente de las conocidas como romanas, en una comarca, la de la Vega-Valdavia, con una fuerte huella de la presencia romana.

Alrededor de ella, durante muchos siglos, han ido creciendo comunidades humanas que antecedieron a la Quintanilla actual. Hace tres mil años, a finales de la Edad de Bronce, tuvo que abastecer de agua a los asentamientos del término quintanillense.

Después de la Edad del Bronce, durante el Hierro, el solar de Quintanilla estuvo en el límite Norte del territorio de los Vacceos. Al Hierro, ya a finales del siglo II antes de Cristo, le sucedió la romanización hasta principios del siglo V.

De esta presencia romana en nuestra tierra, que se prolongó durante más de seis siglos, surgieron villas romanas (la más conocida, La Olmeda), hasta tres en término quintanillense; construcciones funcionales, como hornos, fuentes, etc.; la lengua y el Derecho... y un largo etcétera.

La civilización romana desarrolló, y esto nos interesa mucho aquí, una arquitectura del agua que tuvo entre sus expresiones las fuentes romanas.

Quintanilla tiene el privilegio, también lo podemos llamar suerte, si queremos, de contar con una fuente romana, que podría tener su inicio como tal durante la dominación romana o podría ser algo posterior, porque estas construcciones se continuaron erigiendo durante siglos después de caído el Imperio Romano.

miércoles, 1 de marzo de 2017

¿Enclave sanjuanista en Quintanilla de Onsoña?

El diccionario geográfico de Pascual Madoz, de mediados del siglo XIX, nos informa de la existencia de las trazas de la iglesia de San Juan en los artículos dedicados a Villaproviano y Quintanilla de Onsoña.

El artículo dedicado a Villaproviano denomina la iglesia con el nombre de San Juan del Otero. El otero es, sin margen para la duda, el pico de San Juan, situado al Oeste del término de Valdefrailes.

Cabe pensar que los frailes a los que se refiere este pago son los hermanos de la Orden de San Juan y que, por tanto, el término quintanillense tendría un enclave sanjuanista.

La Soberana Orden se dedicaba, y todavía se dedica, a la atención hospitalaria, a la atención al peregrino y a la vigilancia del Camino de Santiago.

En la Loma de Saldaña, los frailes sanjuanistas tuvieron, y esto es algo documentado, intereses en el caserío de Honteruela, entre Vega de Doña Olimpa y Villamelendro, en el Becerro de las Behetrías de Castilla (1351-1366).

Otros enclaves santiaguistas en la provincia de Palencia son Población de Campos (desde el siglo XII), junto a Frómista, y Castil de Vela (en el siglo XIV).